París, 1975, el moderno
estadio “Parque de los Príncipes” acapara las miradas del mundo futbolístico,
se celebra la final de la Copa de Europa. Cerca de 50.000 almas poblarán sus
tribunas para seguir jugada a jugada la emoción y el drama de un partido que
eleva a los ganadores al status de héroes. La atmosfera se carga de energía, de
tensión contenida. Será una noche inolvidable, en muchos aspectos.
Allí desembarcó el Leeds
United, vigente campeón de Inglaterra, que había encadenado una serie de 29
partidos invicto para asegurar el título doméstico de la temporada 73/74 y con
él, su participación en el torneo continental. Enfrente se hallaba el campeón
defensor, el Bayern Munich de Alemania, que pese a un andar irregular en la
Bundesliga, llegó al partido decisivo para reverdecer los laureles de la
anterior edición, en la que vapuleó al Atlético Madrid por 4-0 en la final.
Esa mañana Dave Cocker se
levantó temprano, sólo pudo dormir unas horas en forma salteada, pensando en lo
que podía pasar ese 28 de Mayo cuando la noche se adueñe del cielo parisino. Se
afeitó sin apuro y apenas probó bocado en el desayuno, tenía mariposas en la
panza, como cuando un niño se enamora de su vecinita, porque en definitiva, el
amor por un equipo de fútbol y sus colores, es tan puro como eso.
Dave fue uno de los miles de
hinchas del Leeds, nacido y criado en la ciudad del norte de Inglaterra, que se
subió a su auto para ir al partido en compañía de cuatro amigos. Junto con el
escueto equipaje, cargaron también la ilusión, la expectativa, la ansiedad y
también algo de nerviosismo, sabiendo que iban a estar presentes en la jornada
más importante de la historia del club de sus amores. Dave manejó hasta Dover,
donde abordaron el ferry hasta Calais, Francia, y una vez en el país de las
“croissants” condujo hasta París y llegó a las inmediaciones del estadio, 5
horas antes del puntapié inicial.
El clima estaba enrarecido
desde temprano en Francia y así lo notó Dave: “Después de estacionar el auto,
mientras nos acercábamos a la cancha, vimos que la policía francesa se
comportaba de manera extraña, buscando golpear a todo aquel que llevaba algún
distintivo del club, o por el sólo hecho de hablar en inglés, recibías un golpe
de puño o de garrote”.
Eso no fue lo único extraño
que pasó ese día, ni lo único extraño que aconteció antes de comenzar el
partido, otra cosa que llamó la atención de Dave, fue el mal negocio de la
reventa que hicieron algunos franceses con tickets de sobra para comerciar ante
la afición inglesa: “varios cientos (sino miles) de hinchas del Leeds, se
hicieron presentes sin entradas y los estúpidos revendedores no se dieron
cuenta del riesgo que estaban tomando, a la mayoría les robaron los tickets,
que después se repartían gratis a los hinchas que no tenían, algo así como
modernos Robin Hoods”.
El ingreso al
Parque de los Príncipes, lejos estuvo de ser un trámite de rutina, “en la
requisa previa que realizó la policía, confiscaban todo lo que la gente traía
en sus bolsillos: dinero, cigarrillos, billeteras, documentos, pasaportes y
hasta las llaves de casas y autos”. Al ver el proceder de la policía, unos
metros adelante, Dave tuvo que esconder las llaves del auto, para evitar
perderlas a manos de los uniformados.
“El perímetro
del estadio estaba cercado por altas vallas de acero, y algunos hinchas que no
tenían sus entradas, intentaron treparlas, sólo para ser apaleados por la
policía a ambos lados del vallado”. Eso fue lo último que vio Dave antes de
acceder a las tribunas junto con sus amigos, ellos traían las entradas desde
Inglaterra y ocuparon sus butacas numeradas justo detrás de uno de los arcos.
Antes de comenzar el partido, la policía francesa ya había hecho méritos de
sobra para ganarse la animadversión de la afición White.
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2 comentarios:
En fin, a ver si tras esta final muchos aprenden a ser más humildes. Que muchos locutores ya daban por hecho una final Barça-Madrid y muchos de ambos equipos se veían con la orejona en sus vitrinas. http://siempregananlosalemanes.blogspot.com/
Totalmente de acuerdo
Saludos
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