90 minutos separan el cielo del infierno
Finalmente,
después de diez años y 87 partidos de competencia europea, Leeds se hallaba a
90 minutos de cumplir el sueño, de alcanzar la mayor la gloria, la copa que
siempre le resultó esquiva. Atrás quedó en semifinales el poderoso Barcelona de
Johann Cryuff, que tras caer eliminado luego de perder 2-1 en Elland Road y
empatar 1-1 en Camp Nou el astro holandes fue claro y contundente en sus
declaraciones. “Si le dejás la posesión del balón al Leeds, te van a bailar”.
La tarde caía
en París, Leeds saltó al terreno uniformado totalmente de blanco, sólo
interrumpido por los números azules en la espalda y el escudo del club en el
pecho. Bayern por su parte, lo hizo de color rojo en toda su vestimenta, adornado
por las tres tiras blancas de la empresa deportiva Adidas. En el círculo
central, los capitanes Billy Bremner y Franz Beckenbauer, intercambiaron
banderines alusivos y el árbitro francés de origen armenio, Michael Kitabdjian,
cumplió con el sorteo de rutina.
Apenas 4 minutos
marcaba el reloj, cuando el defensa sueco del Bayern, Bjorn Andersson y el mediocampista
galés Terry Yorath, disputaron un balón cerca de la mitad de la cancha. Yorath no
era el jugador estéticamente más vistoso ni el técnicamente más dotado, pero
poseía una fuerza y una determinación pocas veces vista. Como resultado del
choque de titanes, Andersson abandonó el terreno con una lesión de rodilla que fue
el certificado de defunción de su carrera futbolística, dado que sólo jugo un
puñado de partidos en los años siguientes.
Leeds dominaba
el balón y el pulso del partido, pero no podía llegar al gol, Sepp Maier el
arquero alemán, se quedó con un envió cruzado de Lorimer y un remate de Jordan
sin siquiera dar rebote, y un disparo de Giles desde fuera del área se perdió
apenas por encima del travesaño. Promediando la etapa inicial, Lorimer desborda
por derecha y envía un centro al área que da en la mano de Beckenbauer, pero el
árbitro desestimó cobrar penal.
Cerca de diez
minutos antes del descanso llega una jugada que pudo cambiar el encuentro, y
que la voz del relator Alan Parry inmortalizó: “la pelota le queda Giles, la
pasa hacia Clarke que ingresa al área, y ¡Clarke ha sido derribado!”. Al igual
que Parry la jugada la vio todo el estadio, menos una persona, que resultó ser
el árbitro. Ante la mirada atónita de Clarke tendido en la gramilla, y la
protesta inútil de sus compañeros, Kitabdjian señala saque de arco. La primera
etapa, con claro dominio del conjunto inglés, termina sin la apertura del
marcador.
La segunda
mitad continuó con el dominio White, al minuto 67 un balón enviado al área del
Bayern, es despejado corto por Beckenbauer y Peter Lorimer lo impactó de volea
incrustándolo con violencia en el arco de Maier, que no atinó a ensayar ningún
movimiento.
El cerrojo alemán finalmente cayó. El juez de línea corrió a su posición para reanudar el juego. Pero el principal se quedó señalando un offside inexistente de Bremner. El árbitro va a consultar al asistente, que nunca levantó su bandera, y ante el desconcierto generalizado, y la zozobra de jugadores e hinchas del Leeds, anula finalmente la conquista.
El conjunto
británico dominó por más de una hora todos los aspectos del juego, pero al ser
privado del gol injustamente, el equipo sintió el golpe, y los hinchas también:
Dave presenció cuando “De alguna manera
uno logro trepar el alambrado y saltó dentro del campo, intentó irrumpir en la
cancha, pero antes fue interceptado por la policía que no ahorró patadas,
puñetazos ni garrotazos para derribarlo, todo esto frente a los más de15.000
hinchas del Leeds que estaban en la tribuna”. Era la chispa que faltaba para
que los incidentes se extiendan.
“La gente no
pudo soportarlo y comenzó el tumulto cuando la policía francesa ingresó a la
tribuna munida de escudos, cascos y
garrotes, para rodear el sector donde estaban los aficionados del Leeds.
Esos policías fueron blancos de todos los objetos arrojados por los hinchas,
desde los asientos arrancados de su sitio hasta cámaras de TV, de fotos y otros
equipamientos” recordó Dave
El partido
estuvo unos minutos detenido, y al reanudarse, una sombra de lo que había sido
el Leeds hasta entonces, se vio en el terreno de juego. Los alemanes lanzados a
la contra, se pusieron en ventaja con un remate cruzado de Roth. Leeds ya no
tenía respuestas anímicas ni futbolísticas y poco después llegó la estocada
final de Gerd Muller, tras otro contraataque. Una farsa, y a la vez, una
tragedia.
Tras el pitazo
final, los incidentes seguían en las tribunas, el Bayern intentó una tímida
vuelta olímpica, pero a los pocos metros tuvieron que abortarla por la lluvia
de asientos y otros objetos que caían desde la tribunas al grito de “WE ARE THE
CAMPIONS, THE CHAMPIONS OF EUROPE!” un canto que treinta y siete años después
aun entona la desafiante hinchada del Leeds cada vez que el equipo se presenta.
Dave y sus
amigos no pudieron ver casi nada del final del partido por los incidentes, abandonaron
rápidamente el estadio y se encontraron un paisaje impensado: automóviles dados
vuelta y en llamas, vidrieras destrozadas, enfrentamientos entre los hooligans
y la caballería que llegó para asistir a la policía antitumulto, poco después
irrumpieron los camiones hidrantes, mientras la nube de gas lacrimógeno enturbiaba
la vista y dificultaba la
respiración. Los disturbios e incidentes se apoderaron de la
ciudad capital.
Finalmente,
esquivando a la policía y huyendo del gas, llegaron a donde se encontraba el
vehículo y emprendieron el viaje de regreso a Inglaterra. Pero muchos otros
hinchas no tuvieron esa suerte, aquellos que permanecieron en Francia, alojados
en hoteles tuvieron que subir con rapidez a sus cuartos porque la policía
entraba a los lobbys y los bares para detenerlos. Incluso algunos de ellos
fueron detenidos desde sus propias habitaciones porque la policía preguntaba en
la recepción si había algún inglés hospedado en ese momento”.
La UEFA se
desentendió de la extraña conducta del árbitro pero impuso una sanción al Leeds
por los desmanes, que le prohibía participar de competencias europeas durante 4
años, sanción que se redujo a la mitad, luego de la apelación presentada por los
ingleses, pero que en definitiva quedó en anecdótica, por que la próxima vez
que el club ganó el derecho a disputar un certamen internacional, fue 17 años
después.
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